China y el acuerdo entre Estados Unidos y Nvidia: ¿Seguridad nacional en venta?
Durante varios años –especialmente desde que Estados Unidos prohibió a ZTE y Huawei en 2018 y 2019, respectivamente– los controles estadounidenses a las exportaciones de tecnologías de vanguardia se han presentado como una medida para salvaguardar la seguridad nacional.
Durante varios años, especialmente desde que Estados Unidos prohibió a ZTE y Huawei en 2018 y 2019, respectivamente, los controles estadounidenses a las exportaciones de tecnologías de vanguardia se han presentado como una medida para salvaguardar la seguridad nacional. Por el mismo motivo, la administración Biden prohibió la venta de ciertos chips fabricados en Estados Unidos a China en 2022 y 2023. Para eludir estas restricciones, Nvidia desarrolló el chip H20, una versión mejorada de su unidad de procesamiento gráfico (GPU) H-100, y AMD desarrolló el MI308, ambos para abastecer al mercado chino.
El director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, se ha opuesto reiteradamente a los restrictivos controles de exportación dirigidos a China, alegando que esta política es contraproducente para los intereses económicos y estratégicos de Estados Unidos. Gracias a una activa presión política durante la actual administración Trump, que sigue un enfoque más aislacionista, Nvidia logró obtener un permiso oficial para la venta de H₂O a China, si bien a cambio de una tarifa. En un acuerdo sumamente inusual, Nvidia y AMD cederán el 15 % de sus ingresos por la venta de H₂O y chips MI308 a China directamente al gobierno estadounidense. Este acuerdo no es un arancel de exportación estándar ni un impuesto convencional. Se trata de un acuerdo directo de reparto de ingresos entre el gobierno y ambas empresas, dirigido a un único mercado extranjero: China.
Según estimaciones de Bernstein Research, para finales de 2025, Nvidia habrá vendido más de 1,5 millones de chips H₂O en China, generando unos 23 000 millones de dólares en ingresos, y se proyecta que AMD registre 800 millones de dólares en ventas de chips en China. Esto significa que el acuerdo podría generar más de 2 000 millones de dólares directamente para el Tesoro estadounidense. A diferencia de China, donde la concesión de « acciones de oro » (un acuerdo accionarial que permite al gobierno chino comprar un determinado porcentaje de acciones en empresas privadas) pone de relieve la estrecha relación entre el Estado chino y sus corporaciones privadas, este tipo de medidas políticas en Estados Unidos son extremadamente infrecuentes. Sin embargo, la administración Trump adoptó en julio un enfoque similar al aprobar la adquisición de US Steel por la japonesa Nippon Steel.
Si bien el acuerdo con Nippon Steel buscaba proteger industrias críticas de caer bajo control extranjero, también indicó una creciente tendencia al capitalismo de Estado en Estados Unidos. Ahora, el acuerdo de reparto de ingresos con AMD y Nvidia ejemplifica un patrón más amplio: las empresas están recurriendo a acuerdos de intercambio para evitar la imposición de aranceles y preservar su posición en el mercado, a la vez que se comprometen a traer empleos, ingresos y concentración del mercado a Estados Unidos. Sin embargo, el acuerdo también corre el riesgo de sustituir la política comercial basada en principios por negociaciones ad hoc, generando incertidumbre tanto entre aliados como adversarios sobre las líneas rojas de Estados Unidos. Para los fabricantes de chips estadounidenses, es mejor obtener ingresos de China que ninguno. Si bien el acuerdo otorga acceso directo al lucrativo mercado chino, también afecta directamente las ganancias de Nvidia y AMD. Esto generará una onda expansiva en el ecosistema del mercado en general, donde la planificación corporativa, los márgenes de beneficio y la confianza de los inversores podrían verse afectados.
Las principales empresas estadounidenses con una cuota de mercado considerable en China estarán muy atentas. Si el gobierno está dispuesto a imponer un requisito de reparto de ingresos para la venta de chips, ¿podría hacer lo mismo con otros sectores estratégicos? Esto podría impulsar a las empresas a replantear sus estrategias en China, diversificar las cadenas de suministro o intensificar la presión para buscar o evitar acuerdos similares. El mensaje a los accionistas queda más claro tras esta medida: el riesgo geopolítico ya no es un factor abstracto; en cambio, influye directamente en los flujos de ingresos.
Una posible explicación de la decisión es la estrategia de "comprometerse para limitar": la venta de chips de menor calidad mantiene a China dependiente de la tecnología estadounidense, conservando así cierta influencia en su desarrollo de IA. Los chips H20 y MI308, al ser menos potentes que los modelos insignia, están diseñados para no representar un riesgo para la seguridad nacional. Esto podría ser un problema por dos razones. En primer lugar, Washington no ha evaluado con precisión la capacidad de las empresas chinas para renovar hardware obsoleto y optimizarlo para aplicaciones de mayor calidad. Esto significa que incluso los chips de menor calidad pueden acelerar las capacidades de IA de China, incluso en áreas con aplicaciones militares.
En segundo lugar, es improbable que el libre flujo de chips H₂O frene el renovado impulso de China hacia el desarrollo de chips autóctonos. De hecho, es probable que las renovadas sinergias entre los gobiernos y los fabricantes privados de chips en China aprovechen esta flexibilización de la política para prepararse ante futuras restricciones. Por lo tanto, la nueva política, que busca proteger los intereses nacionales, volverá a impulsar la determinación de Pekín de lograr la independencia en materia de chips y socavará los objetivos estratégicos de Estados Unidos a largo plazo.
Al revertir la prohibición y obtener una participación en los ingresos, Washington corre el riesgo de enviar un mensaje contradictorio: que las preocupaciones de seguridad pueden obviarse a cambio de concesiones comerciales. El cambio de la protección de la seguridad nacional a la mercantilización de las preocupaciones estratégicas plantea varias preguntas. Si la tecnología sensible puede venderse por un precio, ¿qué tan creíbles resultarán las futuras restricciones tanto para aliados como para adversarios y empresas estadounidenses?
En términos más generales, los aliados de EE. UU. involucrados en las cadenas de suministro de semiconductores (Japón, Corea del Sur, Taiwán y Países Bajos) podrían interpretar esto como una señal para adoptar políticas transaccionales similares, fragmentando el entorno comercial global. Durante la administración Biden, estos aliados formaron parte del régimen general de control de las exportaciones. Si se percibe que este modelo pone un precio a la seguridad nacional, podría debilitar la legitimidad de futuros controles de exportación, envalentonar a los adversarios a poner a prueba la determinación estadounidense y alentar a los aliados a cuestionar la coherencia estadounidense. Estados Unidos se mueve ahora sobre una delgada línea. Que esto sea una jugada maestra de diplomacia transaccional o una apuesta política miope dependerá de si Washington puede obtener ganancias estratégicas más amplias sin socavar su propia credibilidad.